Reseña | Halley (2012)


Halley CineParrafos

Dir. Sebastián Hoffman | México | 84 minutos

En una era globalizada y ultra-inmediata encuentro verdaderamente grave que un filme producido en 2012 y estrenado un año después sea prácticamente imposible de conseguir en 2017 en formatos físicos y digitales, incluyendo los ilegales. Es como si el universo lo castigara a uno por no acudir a ver una película en cines haciéndolo esperar por casi un lustro para por fin poder estar cara a cara con dicho filme.

Halley es una cinta de horror dramático que narra el andar de un hombre en estado de progresiva putrefacción, muerto pues, que intenta aferrarse a un mundo cuyo ritmo supera ya su posibilidades físicas, los esfuerzos por mantenerse en pie dejan de ser exitosos y cada día es más complicado ocultar el olor y el hecho de que se está desbaratando, literalmente. La primera mitad de la película se dedica casi exclusivamente a mostrarnos el hábitat de Alberto, nuestro protagonista, y las mañas y procedimientos que ha debido perfeccionar para mantener su deplorable situación en marcha. En la segunda parte de la cinta vemos ya al susodicho interactuar de manera más interpersonal, primero con el empleado de una morgue y luego con la encargada del gimnasio en el que trabaja como guardia de seguridad, con quien logra tener una cita que  lo hace atisbar las mieles de la vida a tal grado de llevarlo a arrancarse el pedazo en un intento malogrado de chaqueta.

Si existe una combinación que vuelve a los zombies seres inquietantemente entrañables es la del drama endulzado con una pizca de horror, esa que se ha experimentado en filmes como Maggie (2016) y en la televisión con series como la británica In the flesh, que nos permiten recordar que el no muerto es efectivamente un ser humano con pasado, familia y demás. En estas dos obras mencionadas quizás exista una proporción de 50/50 entre los dos géneros, y ambas son brillantes, sin embargo, el retrato que se hace en Halley es muchísimo más cercano a la realidad (si es que cabe el término), porque no se trata de una epidemia colectiva que ataca a cualquiera, es acerca de un hombre solitario, que además de pasado tiene un presente que lo obliga a camuflarse entre los demás sin poder decir mucho.

El gran mérito que tiene esta película es que consigue cautivar nuestra atención durante casi hora y media con un hombre en agonía que no hace más que curarse y andar como puede, diálogos escasos, y una cámara casi permanentemente estática que nos invita a contemplar “la vida” de un cadáver apenas parlante. Los autores de dicha proeza son –además de Sebastian Hoffman (director) y Alberto Trujillo (actor principal)- Matias Penachino en la fotografía y los artistas de sonido, quienes crean una atmósfera sórdida, helada y espesa, en la que pareciera morar la agonía y en la que se prescinde del padre tiempo y su paso.

Estoy consciente de que Halley no es el tipo de filmes que le sientan bien a todo tipo de espectador, para muchos puede resultar repulsiva y para otros lenta y monótona, pero me parece que estamos ante un cine tremendamente necesario en la industria fílmica de México, porque son estas películas las que le brindan tridimensionalidad a lo que se hace en este país y nos alejan de toda formulilla genérica carente de propiedades nutritivas, siendo estas producciones las que nos ponen un paso más cerca de encender la chispa que inicie (o reinicie) la diversidad de géneros en el cine nacional. Halley, un muerto bastante vivo.

Por Jonathan Mata Richardson

(Ver trailer)

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